domingo, 1 de abril de 2012

Percepciones

Es por todos muy bien sabido que el alma viaja mucho más rápido que el cuerpo, en Alpacoma esta premisa resulta ser totalmente perogrullada. Alpacoma, un pueblo que penetra tres mil novecientos sesenta y nueve metros en el empíreo, único entre los pueblos humanos a causa de su terreno extremadamente fértil y de sus psiques dramáticamente inestables. Destaca por los rituales paganos, armónicos y voraces que allí se celebran, en ocasiones estos festejos están salpicados con tintes de ocultismo.

El Shinto es uno de ellos, a pesar de que su origen data desde muy lejos genera un resol alucinante en Alpacoma mediante la característica adoración a los Kami, seres místicos, cuentan los rumores que fueron aquellos personajes alucinantes que desbordaron con su energía todo el espectro material y que contagiaron a todo ser vivo dotándolos con siete sentidos: vista, tacto, oído, intuición, gusto, inteligencia y olfato.  El Shinto, en consecuencia,  también rinde honores a todos los seres que tienen o que tuvieron alguna vez vida, sensaciones y percepciones. 

Después de la purificación del Shinto llega el Tinku, un ritual de raíces preincaicas en el cual se desatan combates entre comunidades buscando arrebatarle los oropeles al bando contrario con el fin de depauperarlo a tal punto de que estos sientan una verdadera neurastenia que los lleve a desfallecer y en consecuencia a proclamar al bando contrario como ganador con el grado de seres de luz superiores. Alpacoma se divide en dos, casi todo se divide en dos: Las raíces, los orgullos y el ciclo de los latidos de los corazones. 

En aquella comunidad el alma viaja mucho más rápido que el cuerpo pero además acelera su paso ante la curiosidad de lo prohibido. El destino de los humanos es una burlesca travesura colmada de paradojas: Dos amantes, de bandos contrarios, son víctimas de la idílica hipererosia que los somete hasta el éxtasis. Justo donde los Dantas dispersan semillas embadurnadas con el perfume de los ciruelos, las casuarinas y los liquidámbares y totalmente sordos ante los pregones de Faruk, se entregan sin pazguato a sus deseos. 

Desgarrando sus vistosas vestimentas tejidas con lana de vicuña se rinden con vesania a los placeres exquisitos del clítoris. Disfrutando de una entelequia producida por el roce de la lengua y los labios, cierran los ojos agudizando sus otros seis sentidos para sentir la magia que encierran cada uno de los latidos de sus corazones que arden al ritmo de su propia respiración. Por fin desembocan en un fascinante retozar orgásmico. 

Dentro de su espíritu descubrieron que lo mejor de las fantasías es convertirlas en realidad. Solo hasta cuando regresaron a la banalidad, con sus ajorcas empapadas por las gruesas y deslizantes gotas de un sudor que tiende a evaporarse de lo caliente, se percatan delatados por La Fuente de los Sonidos. 

Esta fuente fue elegida por la naturaleza para liberar a los espíritus, en ella no brota la típica agua que interpreta recitales melodiosos al chocar contra las piedras sino un acíbar escandaloso que replica por todo Alpacoma los pensamientos de los humanos que por allí deambulan. Los desesperados jipiares de estos amantes, ahora públicos y en consecuencia malditos, fueron escuchados por todos los nativos. Sin darse cuenta se devoraron y sacrificaron así mismos al igual que como lo hicieron en su momento algunos protagonistas de la mitología griega. 

Todas las acciones tienen consecuencias, aunque generalmente injustas. Estos dos amantes fueron sometidos al máximo grado de vilipendio; resultaron condenados a aberrar los colores que perciben sus electromagnéticas retinas y a vivir su pasión en una fantasía cósmica de luces. Como resultado quedaron envueltos en distintos grados de sinestesia que desfilaban sin compasión jugando a mezclar sus sentidos. 

El procedimiento fue desgarradoramente doloroso, por decir lo menos. Ella hubiera preferido ser calcinada como hacían con las escaldufas sospechosas de brujería o que la arrastraran a beber barbasco, en cualquier caso iba a poder encontrarse con su amante en la eternidad. Pero no. A cambio de eso un chalán resultó haciéndole una improvisada ablación con una bayoneta adornada con plumas de tigana. 

A él le extirparon el sentido del gusto poniéndole sádicamente en su lengua arándanos espolvoreados con sal de terbio. Sin tomar en cuenta su alharaca lo sentenciaron a una afasia eterna. 

Seguían siendo amantes, eso era inevitable. En Alpacoma son conscientes de que nadie puede llevar a otro por encima de su corazón, los castigos solo se imponen para buscar senderos que lleven a vivir nuevas experiencias. Sencillamente los privaron de algunas delicias para enseñarles la existencia de otros sentidos.

El sentido de la intuición verdadera, al cual solo tienen acceso los humanos que son osados y entregan todas sus pulsaciones en el nombre del amor, la pasión y el deseo, consiste en interpretar los colores del sol sintiendo en sus cuerpos las ondas del espectro de luz estimulando sus almas. No era algo extraño. Extraño es algo fuera de lo normal pero aun así imaginable, esto era algo más que alucinante. 


Estos amantes ahora poseían la capacidad de viajar a través de los colores para tener nuevas experiencias. Insoslayablemente la manera para cambiar de color era llegar a un orgasmo simultáneo. Esa era la única condición pues hasta el sol y sus rayos de luz que se estrellan contra los prismas dejándolos en evidencia saben que el alma viaja mucho más rápido que el cuerpo. 

Despertaron en el mundo del color Ámbar casi cegados por las tornasoladas chiribitas que invadían sus ojos. Sus cuerpos ardían más que el fuego y que la energía espiritual que los rodeaba. Entre sus manos sentían una ebullición que dilataba la sindéresis y que inapelablemente les hacían temblar las piernas en una composición de ruidos y silencios, como la música. Sintieron descargas en cada uno de sus órganos de tal intensidad que se tornaban en ráfagas de placer constante. Experimentaron como se iban derritiendo el uno por el otro en una devoción mutua. El apetito era voraz, los sentimientos ardían, los fluidos rebullían. El Ámbar renueva la ilusión en la vida, equilibra la mente y libera las almas de toda emoción negativa. Fue alucinante y mágico. 

El color Prusia fue un escenario purificador. La conexión química entre corazones se sentía de una manera celestial. Todo se agudiza, se pueden distinguir cada uno de los detalles del ambiente, cada gota de la lluvia de cristales. No tuvieron otra alternativa que tumbarse en los luminosos charcos a lamerse, su lesa lengua necesitaba encontrar una panacea en los deliciosos pezones de su amada, el mistral ambiente los envolvía y absorbía como hacen los tornados. Todo era tan puro que resultaba ser un sueño alcanzado aunque la carpanta no cesara. Se besaban, se detallaban y se tocaban casi incrédulos ante tanta majestuosidad. Entre tanto éxtasis alcanzaron a escuchar un trueno diamantino seguido por un chubasco, la tormenta de cristales se hizo más y más fuerte hasta que por fin logró consumirlos. El destino del Prusia siempre ha sido liberar la tranquilidad mediante la exhalación de suspiros intuitivos. 

Eclipsados llegaron hasta el color Borgoña. Era peligrosamente pasional. Percibían un número infinito de aromas exquisitas, cada una más afrodisíaca que la anterior. La calígine seducía los atrevidos impulsos y los bañaba en vinos delirantes hasta volverlos maniáticos. Sus cuerpos se enredaban al compás de sus gemidos como si fueran dos serpientes dispuestas a devorarse. Ella no podía evitar sentir como los dedos de su amante se hundían entre su espalda y reventándose de sentimiento parecía petrificarse cuando las uñas la surcaban. Él solo desea tatuarle sus labios en todo su cuerpo deliciosamente húmedo pero lleno de una calidez especial que hace que se detenga todo alrededor y solo se vean inmersos en una burbuja de néctar penetrante. El Borgoña tiene facultades que elevan el pulso, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria. 

En las empalagosamente exquisitas estepas del color Vainilla les resultaba inevitable apetecerse sin control, se rozaban la piel hasta el desespero, se saboreaban, se mordían, se degustaban, se descubrían. Todo era tan dulce, tan suave, tan delicado. Pero la melancolía pasional los hizo acelerarse de una manera desaforada experimentando como se extinguían el uno en el otro de una forma inescrutable, experimentando propiedades antipiréticas que los llevo a sentir un amor que al liberar su oxitocina les produjo una grata sensación de bienestar y de complacencia. Todo tiene color y sabor. El Vainilla sabe a amor. 

En el color Añil es indispensable apagar los rencores y encender las conciencias. Estos amantes se soñaban tanto que parecían estar recibiendo una sinfonía narcótica por las convulsiones que sufrían mientras se tocaban. Se buscaban entre sus silencios y se encontraban entre sus suspiros. Eran felices. Fue un encuentro tan utópico y tan idealista que llegaron a sentir temor de que alguna vez desapareciera. Pero fue solo por un instante, en verdad eran felices, se anhelaban tanto que prometieron al sol disfrutarse juntos durante toda su existencia. El Añil elimina los temores e ilumina la oscuridad del espíritu. 

En Alpacoma nada es eterno, ni las hesitaciones, ni las muertes, ni las flores, ni las reverberaciones, ni las sombras, ni las estrellas, ni mucho menos los castigos. A estos amantes se les propuso eliminar su encantamiento mediante un revitalizante exorcismo. Para poder soportarlo debían someterse a una dieta basada en el consuno desaforado de frutas ácidas, además tenían que convertirse en frugívoros durante el resto de su existencia para así poder volver de a poco a la realidad de los humanos. 

Él estaba a punto de ser atrapado por una lipotimia y ella estaba tan agotada como una puérpera. Sin embargo, coincidieron en vislumbrar el sentido de la inteligencia, con un gesto casi arcano y cegados por el deseo que reverberaba la sangre causándoles un intenso efecto placebo atinaron en coincidir en esbozar una tímida, pero con tintes de sarcástica, sonrisa. 

- ¿Exorcismo? No gracias. Nos encanta tener a este demonio dentro. 

La gama cromática tiene un número infinito de tonalidades y el alma viaja mucho más rápido que el cuerpo.

2 comentarios:

  1. q hermoso,,,de donde sacas esto? es mágico, en realidad t lleva a desear conocer esa gama cromática...

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  2. Hola! Mil gracias por esas palabras tan motivantes!! Te invito a que me sigas leyendo, un abrazo!

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