domingo, 19 de febrero de 2012

After Party

Un día, una buena amiga me hizo una curiosa pero lapidante pregunta: ¿Por qué los tipos no vuelven a llamar a las viejas después de la primera cita? Tengo que decir que la respuesta se divide en dos.
1. Porque la vieja se lo soltó.
2. Porque la vieja no se lo soltó.

Entonces…

1. Decimos que después de algunas cervezas (eliminadoras de obstáculos) y tal vez de una película que sólo duró diez minutos, ella se lo soltó.

Pasan varias cosas: El tipo siente que la vieja es una mujer que definitivamente le hace perder el equilibrio y piensa que si pierde el equilibrio pierde el poder y el control, se siente amenazado, como si quisieran robarle sus sueños, su libertad, su vida. En su cabeza comienza a vivir una vida que no es la propia. El tipo no la vuelve a llamar.

Por otro lado, él comienza a soportar detalles que no tendrían por qué afectarle pero que realmente lo joden y terminan por sacarlo de su zona de comodidad: La vieja vive muy lejos, los papás son una mamera, ella adoptó una actitud fastidiosa o sencillamente tienen poca afinidad en las cosas y en los gustos cotidianos. Por muy rico que haya sido el sexo, el tipo no la vuelve a llamar.

También existe otro motivo mas puntual: él sencillamente quería poner otro sello en su pasaporte. Ya lo logró. Siguiente destino...

Llegamos a un tema obligado, los aspectos netamente físicos. Cuando entran en confianza, por algún lado sale el tema de sus “senos”. En lo particular no me importa si las tiene muy grandes o tan pequeñas que dan pesar, si se las quiere operar o ya se las engalló, si le duelen, si le incomodan, en fin, todas esas palabrejas que ellas consideran importantes. Lo que a mí me importa, lo que realmente pasa por mi cabeza, es que no se llaman senos, ¡se llaman tetas! Bueno, también puede suceder que al tipo no le gustó como huele la vieja y eso resulta devastador para ambas partes. Otro asunto es que a él no le haya convencido el desempeño de ella, los hombres también evaluamos el desempeño sexual de las mujeres, incluso, de una manera mucho más despiadada.

Sea como sea, él también tiene una vida, tal vez otras viejas. De hecho, es muy probable que en su momento estuviera despechado y la autora material de ese despecho haya vuelto a aparecer. Lógicamente el tipo no la vuelve a llamar.

Siendo totalmente honestos ¿Qué culpa tiene la vieja de que no la vuelvan a llamar? Es una sacrificada por las circunstancias, una víctima de un daño colateral (como dicen algunos expertos). Lo complejo en un hombre no es equivocarse, incluso llegar a ofender a la vieja, lo complejo es que cree que hace todo bien y que busca seguir igual.

2. La vieja no se lo soltó, reacción obligada: El tipo se cree mucho y se arde, jamás acepta su molestia, pero definitivamente se arde. Como ya sabemos el orgullo es un tema bien complicado y generalmente viene acompañado de malos entendidos. Así transcurre la situación hasta llegar al punto en que lo importante ya no es ganar sino hacer que ella pierda. Claramente los conflictos de ego salen a flote, él se dice a sí mismo “si yo fuera ella me encantaría tener sexo conmigo, tiene que estar bien loca”. ¿Quién es el loco? Enfermizo.

La cita tuvo que ser difícil, la vieja era tan complicada que a todo le ponía peros, no hubo química o conexión entre las partes, ella lo juzga y le evalúa cada movimiento, cada palabra, cada gesto. La ansiedad hace que se cometan muchos errores. Cometer errores es inherente a las personas pero echarle la culpa a la otra persona lo es aún más.

El asunto de la comunicación es algo frustrante, ella resulta ser muy expresiva, habla y habla, incluso lo hace con las manos (al mejor estilo italiano), intimidante. Pero lo peor es el hecho de que durante todo el tiempo en que estuvieron juntos la llamaron o le escribieron siete u ocho amigos a joder y ella se concentraba más en reírse con ellos que en el tipo de la cita, no tienen ni idea de cuan fastidioso es soportar esas escenas. Resulta contradictorio, quieren que las llamen después de una cita en la cual lo único que hicieron fue recibir otro tipo de llamadas.

Por último, puede suceder que la vieja definitivamente le encanta al tipo, pero ella quiere llevar las cosas con calma y él quiere saltarse ciertos pasos. No necesariamente se sienten así por una pereza injustificada, lo más probable es que sea por cobardía. Tener el corazón roto significa que te arriesgaste y no todos están listos para tomar esa clase de riesgos.

Decimos entonces que el motivo fundamental por el cual él no vuelve a llamar a la vieja después de la primera cita es sencillamente porque ella jamás tuvo el valor de pedirle que lo hiciera.


lunes, 13 de febrero de 2012

¿Qué se siente extrañarla?

Creo que lo más hiriente al extrañarla es realizar que la complicidad que nos unía y que nos definía únicamente existía en mi cabeza y en mi corazón, de ahí parte todo. Recordar el pasado con ella como lo más grande de tu vida, lo más significativo, desgarrarte para volver a él… Querer vivir lo que pudo ser y no fue. De nuevo, lo hiriente es realizar que el camino solo se da en una vía.

Extrañarla es soñarla en los universos gigantescos y maravillosos que rondaban en su mirada y aun así desearle lo felicidad, amor y pasión aunque no sea a mi lado. Eso resulta un acto de valentía, de heroísmo, por decir lo menos.

Extrañarla es detallarle los ojos descubriendo en ellos que siente cosas por ti pero descifrar que por su absurda terquedad prefiere cualquier cosa a estar contigo. Es caer en la incertidumbre de no saber si ella toma la decisión de dejarte por fortaleza o por cobardía.

Extrañarla es hacer cosas por ella incluso cuando ella no se entere, o peor, no las valore. Es la crueldad de lo injusto que es sentir algo tan bonito en el corazón y al mismo tiempo estar cegado por tus lagrimas queriéndo hacerle entender que la protegías al extremo por que la adorabas y no querías perderla, no porque quisieras truncarle o asfixiarle la existencia.

Extrañarla es querer pensar mal de ella, pero ¿cómo escapar de sentir cuando una de las principales reglas del amor es precisamente ser atrido por las imperfecciones del otro? Es disfrutar hablar con ella, desear escuchar su voz, detallarle sus gestos y constatar que no existe nada más hermoso que hacerla reír. Es sentir de una manera egoísta como te arde todo por dentro cuando la llamas muriéndote y ella contesta feliz, como si nada.

Extrañarla es vivir domingos eternos, asesinos… Soñando con el momento en que ella te llame a decirte que todo fué un error y que desea con todas sus fuerzas y todo su compromiso estar contigo, por supuesto, todo se queda en un sueño. Es atormentarte con la idea de que, como es apenas lógico, ella en el futuro va a escribir nuevas historias con otras personas.

Extrañarla es desbordar tus sentimientos hasta que se te parta el alma, hasta el punto de rogarle a Dios que tome el control de la situación aunque nunca hables con él, o ella, no lo sé.

Verla crecer me reveló el profundo valor de la fantasía y la ternura y ella lo único que hizo fue mencionar las palabras más desgarradoras y vacías que existen: Muchas gracias, que estés bien.



miércoles, 8 de febrero de 2012

En defensa de los hombres frustrados

Una mujer puede seducir a un hombre, con o sin proponérselo, con sus movimientos. Pero con todo y lo delicioso que puede llegar a ser, ésta atracción no se da por como ella baila o por como tira, sino por sus gestos. Por sus expresiones, por como parpadea, por su comportamiento físico en general. Resulta imposible entonces, evitar caer en la tentación de dejarse enloquecer por ellas. Al decir “dejarse” me refiero a que es una decisión que nosotros tomamos.

Primera noticia: los hombres tomamos la decisión de enloquecer por una vieja, no es algo que ocurra por que sí.

La pregunta importante es: ¿a las tipas les gusta que los tipos pierdan los sentidos por ellas? La respuesta es un contundente si. Por eso comprendo a los hombres frustrados por una vieja buena, porque es una decisión mutua, inevitable. De hecho me identifico, no me voy a excluir (todos llevamos por dentro a un depredador en potencia).

Vamos al comienzo: Por “frustrado” definimos a un tipo que está convencido de que su ex sigue siendo de su propiedad o a uno que tiene por ahí a una vieja a la que siempre ha querido hacerle la vuelta pero que no ha podido. O en su defecto, no se la hizo completa y quiere terminar el trabajo.


Segunda noticia: Los hombres somos comprometidos y responsables, no nos gusta dejar las cosas a medio hacer.

Dejemos la pendejada de pensar que las personas no somos propiedad de nadie o de juzgar la expresión como si estuvieran vulnerando nuestra identidad. Propiedad significa pertenencia, valor e importancia. ¿Qué tiene eso de malo? No me importaría ser propiedad de una vieja (buena) que me quiera, me respete y que se mueva bien.

Un tipo frustrado suele hacerse notar por su objetivo; y la manera más frecuente pero menos creativa de hacerlo es con plata, mostrando plata. No importa endeudarse por ella, se siente bien, ganando. ¿En que se invierte esa platica? En costosos regalos (libros de superación personal o de poemas, collares y aretes de lentejuelas, invitaciones a Monserrate, etc.), la dinámica es la siguiente: Ella abre la boca y él cree que tiene que abrir la billetera.


Después de descender de los cerros, sin un peso, él tiene que irse caminando, no importa la hora, no importan los escalofriantes lugares que tenga que recorrer, sólo importa planear el siguiente ruego para concretar una nueva salida. No es un idiota, sólo está enamorado… Suele ser lo mismo.

Al día siguiente ocurre algo terrible; ella tiene la delicadeza de escribirle al inbox del Facebook, justo antes de bloquearlo, que se siente súper mal por el besito que él le logro arrancar con tanto esfuerzo. ¿Cuál es la obvia reacción? Colapsar el teléfono de la vieja con llamadas perdidas y mensajes de todo tipo exigiéndole compasión. A falta de respuesta salen a flote las conocidas llamadas borracho a insultar a la vieja pero a la vez a decirle que la ama.

El tipo tiene ideas sobre el amor claramente equivocadas y la vieja tiene la necesidad de sacarse de encima al tipo y seguir con su vida lo antes posible. Entonces, finalmente concretan verse en un café para “aclarar las cosas”.

Ella jamás le pregunta cómo está, no le interesa. Él habla y promete babosadas mientras ella está esperando ansiosamente a que otro, alguien que la trata mal, le hable por el pin del BlackBerry. Lo mira y lo mira (al BlackBerry) y cuando éste por fin se hace sentir (el BlackBerry) pitando con un chillido fastidioso resulta que es la amiga desparchada preguntándole qué almorzó, habla y habla con la desparchada ignorando al otro hasta que al fin se le apagan los ojitos volviendo a la realidad del intenso que tiene en frente.


Tercera noticia: Por cada mujer desparchada hay un hombre cansado de escucharla y de aguantarla a cambio de sexo que a su vez decidió convertirse en un frustrado con otra.