jueves, 9 de abril de 2015

Los ojos

Esa mirada que se dan es posiblemente el comienzo de su desenlace. Están ahí, cruzándose, como reverberación de espejos. Los unos dan miedo al mostrarse tan asesinos, tan penetrantes, tan parecidos a las bayonetas. Los otros, orgullosos, devuelven la mirada rayados pero dejando la duda de si hay en ellos ínfulas de coquetería. Los ojos están en una constante búsqueda de otros ojos cuyos demonios sean compatibles. Los ojos viborean invadidos por sus gustos culposos intentando desenredarse. Los ojos derraman únicamente tinta negra, como si los demás colores sobraran.

Obnubilan y disparan eufemismos, delirios, pues se niegan a estallarse como burbujas de jabón vencidos por el polvo. Se niegan a revelar sus miedos pues están apoderados de espanto. El odio nace del miedo, y el miedo es una de las maneras más crueles de aferrarse al pasado. Lo más doloroso que pueden hacer los ojos cuando llega la hora de la verdad es mentir, o peor, mentirse. Cuando no pueden vencerse se unen a ellos mismos. La negación del reconocimiento propio es una manera de autodestrucción, el olvido es una forma de suicidio.

También se puede besar con la mirada. Los ojos sienten gratis y sin razón, convencidos de que cuando algo sublime sale de una pupila noble su destino inevitable es otra pupila noble. Se equivocan. Esa maña de pensar que el mundo ya ha ocurrido cuando se cierran a soñar y la frustración que sienten al abrirse de nuevo a la realidad y darse cuenta de lo equivocados que estaban, en algún momento los dejará ciegos. Pero no pueden evitar el amor que se puede sentir por ciertas cosas oscuras, por ciertos extremos adictivos y en consecuencia malsanos. Haciendo cuentas, los ojos siempre han sido una romería de arrumacos adictos al drama, en consecuencia, suelen delatar esa bella faceta de la distracción que no es otra cosa que soñar despiertos.

Tienen matices muy distintos. Unos tienen adicción a la tristeza. Otros a despertar lástima como método de exaltación. Su principal error es creerse dueños de otros, esa es una gran infamia... Desfile de injusticias y crueldades que rayan en lo visceral. Todos los ojos desean estar libres de pecado para poder lanzar la primera mirada, como piedra. Y todos son esclavistas de sus pasiones pero a la vez esclavos de sus lágrimas. Cuando intentan sacar sus demonios corren el riesgo de sacar lo mejor de sí mismos porque lo que es hermoso puede, fácilmente, llegar a ser horrible. Y a la inversa.

Esa mirada que se dan es posiblemente el desarrollo de su desenlace pues en realidad no se ve con los ojos sino con lo que se tiene a disposición. Mirar puede ser una forma sofisticada de tocar, de lamer. Los ojos pintan percepciones hasta el punto de doler, permanentemente extrañan esos sueños que alguna vez fueron placenteros. Esa mirada que se dan es posiblemente el final de su desenlace, acordaron estar en desacuerdo porque para verse solo les bastaba con cerrarse y buscarse en el alma. Las sombras de los que se van quedan impregnadas en el alma.